Ollantay (Argentina)
EL DESENTIERRO DEL DIABLO
El primer disco de Ollantay, editado en 1978 y titulado “El Desentierro del Diablo”
La historia del grupo Ollantay en San Telmo
La música folklórica argentina, en cuyas raíces se mezclan las influencias de los pueblos originarios y de la cultura africana con instrumentos y patrones europeos, tuvo varios momentos de puja cultural en el panorama nacional: a partir de los años 30 con las grandes migraciones internas desde el campo hacia la ciudad de Buenos Aires; en los años 60 y 70 con los movimientos de renovación música y política en toda América Latina; y después de la última dictadura militar y su represión cultural, junto con otras manifestaciones de música y cultura popular como el rock nacional, el tango y la cumbia.
Pocos saben que en el mismo corazón de San Telmo, un barrio generalmente más asociado con el tango que con el folklore, surgió en los años 80 una efervescente movida de música autóctona generada por el grupo Ollantay y su espacio/proyecto de enseñanza “Ollantaytambo”, en la calle Estados Unidos al 541. Ahí, en el taller de luthería y la vivienda que montó el charanguista Jorge Espinosa, se armaron peñas, clases y veladas que a veces terminaron con baile y música en la calle… una expresión más del resurgimiento de la identidad autóctona que empezó a florecer a partir de la vuelta a la democracia.
Uno de los integrantes originales de Ollantay, Silvia Moguillansky, nos recibe con calidez en su restaurante de cocina regional “La Carretería” (Brasil 656) para compartir algo de su historia con el conjunto, compuesto por Moguillansky,
Jorge Espinosa, Miguel D’Arezzo y otros músicos que fueron rotando a lo largo de los años 70, 80 y 90.
Moguillansky vive en San Telmo desde el año 78 (“me enamoré de este barrio y nunca más me fui), poco después de haberse ido de Chile, donde vivió varios años hasta el Golpe Militar en 1973. Desilusionada y triste luego de esa experiencia, cuenta que frecuentaba la Casa Latinoamericana, un espacio cultural bastante concurrido durante el boom del folklore de esa década.
Fue ahí donde conoció al “Kolla Mercado”, un charanguista, compositor y docente jujeño, con quien aprendió a tocar la quena, un instrumento de viento andino. En el año 1975, cuando Espinosa y los otros integrantes de Ollantay cayeron a la Casa Latinoamericana en búsqueda de un quenista para incorporar al grupo, ella se ofreció y “a partir de ahí se cruzaron cosas muy buenas para nosotros”.
El grupo viajó al Norte de Argentina, a Bolivia y a Perú, donde tomaron contacto con las comunidades y artistas autóctonas y sintieron la inspiración que guiaría su búsqueda musical y cultural en los años siguientes. A pesar de ser una de las épocas más oscuras de la historia argentina, Moguillansky recuerda los años de las décadas de los 70 y 80 como uno de los momentos más especiales de su vida, y de alguna manera de la vida del país.
“El contexto político era muy fuerte y muchas personas vivieron con mucho miedo, pero en cada uno de nosotros se conjugaron diferentes motivos para hacer lo que hicimos con un amor que todos pudieron reconocer. Mi interés estaba desde Chile y todo mi dolor de haber dejado Chile lo traspasé a la música y lo convertí en alegría. Además se sentía muy fuerte en ese momento todo el tema de la tierra, de estar acercándonos a nuestras raíces”.
El primer disco de Ollantay, editado en 1978 y titulado “El Desentierro del Diablo” estaba compuesto por cuecas, tonadas, tarkeadas y bailecitos tradicionales, y el grupo lo promocionó en teatros de Buenos Aires y el interior. A pesar de la represión cultural generalizada, fueron invitados a hacer presentaciones en la televisión y viajaron por distintas regiones del país. Inclusive fueron invitados a inaugurar el hall del Teatro San Martín (una fiesta que también terminó colmando la avenida Corrientes), porque el director del teatro los vio actuar y se quedó encantado.
“Teníamos esa suerte, aunque después se empezó a dificultar. No hacíamos nada que tuviera una letra censurada pero con el tiempo se ve que empezaron a cuartar más”. Pero a pesar del ambiente que los rodeaba, su éxito, reflexiona Moguillansky, lo atribuye “al amor que le teníamos a esta música”.
En 1982 el grupo fue invitado a Inglaterra e Israel, pero por la Guerra de Malvinas pudieron ir solamente a Israel y España.
Al retorno de este viaje, decidieron inaugurar el taller de enseñanza Ollantaytambo. Ahí los integrantes principales daban clases de música y se armaban tocadas donde el grupo llegaba a incluir hasta 30 personas.
“La época era la de los festivales y nosotros organizamos una serie de fechas en la parte cubierta de la cancha de Boca Juniors a principios de los 80. Era maravilloso, tocaron Baglietto, el Dúo Salusi, Alfombra Mágica, Markama, entre otros, y se armó una cosa increíble a pesar de que el sonido era pésimo. Ahí se sintió una energía que después se consagró”.
El grupo grabó varios otros discos, incluyendo «Somos Ollantay, Señores» con el que ganaron el premio «ACE» (Asociación de Cronistas del Espectáculo), y siguió evolucionando por distintas etapas, y con distintos integrantes, hasta fines de los 90 cuando cada uno tomó su propio rumbo. Jorge Espinosa, quin también se hizo conocido como luthier de charangos, dejó el taller de Estados Unidos en manos de su hijo y hoy vive principalmente en Cosquín, Córdoba. Moguillansky inauguró el restaurante La Carretería en 1992, primero como una especie de peña y luego más estrictamente como un emprendimiento gastronómico (en parte porque quejas vecinales la obligaron a suspender la música), y todavía realiza actividades culturales como proyecciones de películas y exposiciones de fotografía regional ahí.
Ella continuó sus estudios musicales, conformando otros grupos y proyectos, pero confiesa: “Tengo un impulso en mi corazón de hacer un reencuentro de Ollantay. Siento que lo que hicimos fue una de las cosas más lindas que viví, y lo hicimos con tanta pertenencia, tanto amor, que esos valores merecían ser recordados por nosotros”.
Reflexionando sobre las diferencias entre las tendencias culturales de esa época y las de hoy, Moguillansky dice que, paradójicamente, la represión política de los 70 y 80 produjo una búsqueda colectiva “más profunda. En esa época lo que se sentía era una conciencia más latinoamericana; ahora tal vez sea más argentino con el nuevo resurgimiento del peronismo.
Pero ahora, el sistema capitalista está pegando fuerte en la mente de la gente y ha logrado que la juventud se fije en otras cosas”.
Sin embargo, esta música y madre reconoce que la búsqueda de la identidad, tanto en el arte como en la política, se trata de una conciencia y un accionar de todos los días. “Para mí la identidad es como un hijo, es algo que querés cuidar cotidianamente. Y lo cultural lo asocio directamente con la identidad. Es la creación, la posibilidad de crear arte, de crear el futuro, la libertad de crear nuestra propia identidad”.
CATHERINE MARINO BLACK
Viajando por el norte de Argentina, Chile, Bolivia y Perú tomamos contacto directo con la gente y la cultura a la cual pertenece la música que hacemos. Fue allí donde aprendimos el estilo musical y el uso de los instrumentos.
En 1975 nos reunimos asumiendo el compromiso que implica al dar a conocer esta música en sus verdaderas raíces, sin desvirtuar su pureza y vitalidad. Decidimos integrar nuestro repertorio con temas anónimos agregando también composiciones nuestras y de autores que, basándose en raíces folclóricas, hubieran creado melodías perdurables.
Durante nuestra gira por Bolivia en 1977, estuvimos en el Carnaval Orureño, uno de los más importantes de América y allí sentimos que el carnaval es una de las expresiones más populares que tiene vigencia a través del tiempo. Impacta por su fuerza su colorido y su rara mezcla de la alegría de los bailes y la tristeza de sus coplas.
La magia de esta festividad nos sugirió hacer una obra donde la música y el texto reflejaban lo que habíamos visto.
El escritor Néstor Taboada Terán escribió y recopiló los textos y nosotros la música. Es así como del norte de Argentina aparece en los carnavalito de comparsa, vidalas y coplas, del altiplano boliviano las díabladas y morenadas, de la zona de las yumgas la saya y de la costa peruana la música negra.
Así nació "El Desentierro Del Diablo" que en 1978 y 1979 presentamos en diferentes teatros de Buenos Aires.
Hemos seleccionado para este LP los materiales musicales que mejor expresan el sentido de esta obra, adecuandolos a las exigencias y posibilidades propias de un lenguaje exclusivamente sonoro
OLLANTAY
"El folklore de America está esperando todavía, que lo descubran las culturas urbanas sin cambiarle su forma y su mágica dimensión."
"Ollantay marcara para la gente joven un rumbo a seguir: estudio, amor, respeto por las fuentes musicales del folklore andino, fidelidad a las costumbres ancestrales y honradez frente a las canciones sin dueño."
LEDA VALLADARES
"Ollantay marcara para la gente joven un rumbo a seguir: estudio, amor, respeto por las fuentes musicales del folklore andino, fidelidad a las costumbres ancestrales y honradez frente a las canciones sin dueño."
LEDA VALLADARES
Ollantay
EL DESENTIERRO DEL DIABLO
La Cornamusa E/025
1979
Integrantes: Silvia Moguillansky, José María Arechaga, Miguel D'Arezzo, Francisco Jorge Espinosa
01a. ALTIPLANO - aire de Harawi,
EL DESENTIERRO DEL CARNAVAL - poema - Manuel J. Castilla
PINKILLADA - anónima, Bolivia
01b. HUAYNO DE ITALAQUE - anónimo, Bolivia
02. CUEQUITA DEL ALTIPLANO - cueca - Silvia Moguillansky
03. TATANAKA - tonada anónima de Bolivia
04. ALTIPAMPA - tarkeada anónima, Bolivia
05. VIDALA DE LOS INDIOS - anónima de Argentina
06. EL OBLIGADO - bailecito - J. M. Arechaga
07. MOCEÑADA - anónimo de Bolivia
08. BORDADORES DEL GRAN PODER - kantus - J. M. Arechaga
09. HUAYNOS SAYANOS - anónimo Bolivia
10. SON DE LOS DIABLOS - festejo - Filomeno Ormeño
11a. MORENADAS - Los Cebollitas
11b. DANZA DIABLA - diablada y cacharpaya - Miguel D'Arezzo
De http://folklorebolivianodelayer.blogspot.com, enviado por Jorge Berman
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