Cuarteto Colángelo
LA MUSICA DE JULIAN PLAZA
Que el tango no fue solamente reo. Que el tango no fue exclusivamente malevo. Tampoco fue la masa prostíbularia del rufián de mirada torva y de la pobre grela sometida al código turbio y prepotente de una orilla sórdida y viscosa. Que el tango tampoco se estereotipó en esa única pinta del perfil ladeado, del gacho gris y de un barbijo decorando la mejilla del batidor con mancada... Menos fue el símbolo debo un cuchillo brillante en la penumbra del callejón ni e funeral de un Jacinto Chiclana con mortaja de luna, ataúd de barro, mientras vela su muerte el solitario farol de la cortada.
Que el tango también se nutrió con el perfume de las costumbres puras. De gente con sueños limpios. De esquinas del barrio con atardeceres mansos. De muchachas con candor en las mejillas. De hombres con la única y legítima guapeza de lucharle y ganarle a la vida. De anónimos laburantes con luz de amaneceres en la frente. Que el tango también compartió la mesa apretada y rumorosa del domingo con fino mantel de fiesta, con aromas que llegan de la cocina y brindis de vino áspero y espeso... Que el tango también fue huésped de esas casas donde se amasan sueños y se pelea el jornal escaso. Tango con música limpia, con versos diáfanos, con un par de libros desplomados en el anaquel barato, con algún viejo instrumento que alguien suena en el ocio, con la prolongada vigilia del hijo que estudia, con la carcajada de una muchacha que comienza a sentirse novia.
Que todo éste tango tiene el piano de Colángelo. La herencia musical y tanguera se mezcló con el sueño materno del título universitario... El piano y los libros. Los acordes que ya jugueteaban prematuramente en su verdadera vocación y la árida literatura de los textos de contabilidad. Pero, es que en su piano, en la caja de su piano, había tango. El de las calles apacibles de su barrio de Floresta. El de los hábitos simples de su casa. El que latía en el bandoneón paterno. El que alentaba en los sueños de la Madre. El que estaba en su melancolía, en sus afectos, en sus esperanzas, en sus vacilaciones, en sus asombros... Así a los quince años, casi de rondón, hacía "el cambio" como pianista en el Casanova, aquel cabaret de la calle Maipú ya desaparecido. Al poco tiempo apenas si quedaba el testimonio de unos libros olvidados de aquel proyecto de Contador Público Nacional.
José Colángelo despierta a la música ya con la ciudad nueva. Con la "otra" ciudad que sacude perceptividad de artista, que comienza a modelarlo por dentro. Salgán, Troilo, Pugliese,De Caro... Después Piazzola, Julián Plaza... Todo se mezcla con aquello de su infancia, su adolescencia, las influencias de su casa, de su melancolías.
Porque ya necesitaba expresarle en otro lenguaje, porque el mismo piano ya le hablaba de otra manera. Pero con la misma, antigua pureza, los mismos limpios sentimientos, pero con otras palabras, otra escenografía...
Nada de posturas postizas y hueca. La misma esencia, las mismas raíces pero al estilo ansioso de la búsqueda, esa de su nuevo tiempo, de su fuerte y sano inconformismo joven.
"Entre el tango del cincuenta y tantos y lo que desarrollo el talento de Piazzola, creo que quedó un gran hueco para trabajar". Por esto, después de su encuentro con Leopoldo Federico, con la eterna vigencia de Troilo, su búsqueda lo lleva a reunirse con el arte joven e inquieto de Marconi, con la fineza del contrabajo de Murtagh, con la guitarra de Arias. Tango sin trampas, sin divagaciones, sin escamoteos, sintiendo en los hombros a los viejo maestros, a impulsos de un franco, honesto escozor revolucionario...
Aquí en este disco, está Julián Plaza, en el reconocido homenaje de José Colángelo al fecundo y joven creador, tal vez el más importante de la última década, que mantiene una línea improstituible de calidad a través de toda su obra. Su obra de tango, un tangu que conserva todas las geniales raíces del origen, sin quejas de compadrito defraudado ni hembras que cambian de macho por un bacán mejor...
E importa esta entrega de Colángelo a Julián Plaza porque es el tributo a la jerarquía de un maestro -mejor, silencioso maestro- tan poco afecto a la estridencia de la promoción como a las deformaciones musicales.
El broche de Colángelo en este disco es el tango compuesto o en el homenaje a Plaza. Y seduce el hallazgo en el título "Plazeando", que es como un nuevo verbo. La acción de "transitarlo" a Julián, de hacer a la manera de Colángelo los tangos de Plaza. Tal como lo siente el Cuarteto Colángelo. Como lo sienten Colángelo, Marconi, Murtagh y Arias... Hasta como desea transmitirlo el mismo José en este tango... Es decir "Plazeando"
Osvaldo Ardizzone
Cuarteto Colángelo
LA MUSICA DE JULIAN PLAZA
Tonodisc TON-1047
1972
01. Expresivo
02. Melancólico
03. Sensiblero
04. Payadora
05. Disonante
06. Plazeando
07. Temperamental
08. Danzarín
09. Buenos Aires-Tokio
10. Nocturna
11. Solemne
12. Nostálgico
Todos los temas de Julián Plaza, excepto "Plazeando" de José Colángelo
Personal:
José Colángelo: Piano
Néstor Marconi: Bandoneón
Omar Murtagh: Contrabajo
Aníbal Arias: Guitarra
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