lunes, 12 de agosto de 2019

Virginia Luque - VIRGINIA LUQUE INTERPRETA A DISCÉPOLO



Virginia Luque
VIRGINIA LUQUE INTERPRETA A DISCÉPOLO

En tiempos en que el mecanizado mundo de la industria del arte sostiene la vigencia de lo promocional, elucubrando famas y estructurando heroes y heroínas desde un punto de vista cualitativamente falso pero que hace al fin materialista del "negocio" , podríamos
corroborar, también, todo lo efímero que sostiene las cúpulas y torres de lo que "no es auténtico" , derribable al soplo inexorable del tiempo y del análisis.
Pero, también podemos aquilatar lo otro, en esa extraña suma de los imponderables que delatan a quien, ¡sí!, nació con vocación y condiciones de ser un integrante de esa raza elegida y siempre excepcional de los artistas creadores.
Porque es lo "no frecuente" en este discurrir vulgar en que nos agitamos día a día, y emerge, cuando existe de veras, con esa nitidez con que la flor sublimiza a la selva, revelando el mensaje misterioso de lo bello y hablando en el idioma trascendental de la verdad.
Porque el artista asume su papel protagónico en la vida, que quiere adjudicarle esa luz cenital que lo sitúa y destaca de aquel resto en penumbras, que es nuestro propio medio y escenario. En suma: un elegido que posee la voz, la piel, el gesto, el pensamiento, la actitud diferentes...!
Capacidad feliz de transmitir y vibrar en ese gran fenómeno cósmico que equilibra a los mundos y hace de cada ser, una partícula de algo definitivo, llamado Eternidad...!
Pienso y escribo.
Al querer ubicar los pocos nombres que juegan en el milagro de un paisaje porteño que -ayer no más- nos dió a Discépolo, a Gardel o a Homero Manzi, tríada popular en lo genial del tango, habrá que detenerse, irrecusablemente, para escuchar el grito desgarrante de alguien que se puede llamar así como se llama: ¡Virginia Luque...!
Y hay mucho de iluminado en esta criatura que ha encendido sus ojos como una llama que bien podría tener mil años de vigencia en el ritual artístico, y que sabe desplazarse con una extraña plástica de danza, o musitar un rezo, de la misma manera en que lo harían aquellas misteriosas vestales del amor en la historia del mundo.
Asiria o Babilonia. Tebas, Memphis o Roma...!
Pero, ¿qué...?
Ahora, esto es Buenos Aires. Se vive en otras eras. Y en un mundo distinto que le entrega inquietudes que son interrogantes, cuando ella se pregunta a sí misma, si es -en verdad- la actríz que en el tinglado aquél nos reveló a Molière, o si es una gitana robada al Sacromonte en noches embrujadas de Albaicín, o, acaso, "la Morocha" que quizo eternizar en Saborido y en Villoldo, la gracia almidonada de las paicas de un tiempo de cuchillos y pregones, por la ciudad de afuera...muchos años atrás...!
Pero, entonces... ¿quién es Virginia Luque...?
Creo que un Universo de inquietantes preguntas sin respuesta. En eso "enamorado" de su piel, y en lo demás, gallardo, de su planta muchacha. En su color marfil, casi lunar, y en el intenso azul que la rodea. Y en lo otro, invisible, que gira -solitario- sobre una inmensidad de tango y cosmos...
Que, en el trajín de ahora y de este tiempo, adivina a Discépolo y lo siente, para engarzar en lo que es "su manera" , lo otro que es su espíritu puro, capaz de trascender al mundo de las cosas, con este: "su mensaje".
Dice Virginia Luque:
Yo me siento invadida por el alma total de este filósofo de la ciudad desnuda, y me encomiendo a él, para sentirme cerca de lo que percibía su alma al escribir. Y vibro en el mensaje de toda su existencia dolorida, tremenda, casi heroica.
Sospecho que lo tengo presente en el preciso instante de mi miedo. De mi terrible miedo. Pero llega mi padre...! Está tras mio, junto a mi, dentro de mi cerebro. Y los dos, mi padre y Discépolo se confunden en esto que transformo en plenitud de Fe y en exigencias para conmigo misma. Inconmovibles bases con las que entiendo el Arte y en que concibo al Tango. Más allá de la estafa. Vigente y vibrador como la cuerda tensa que se afina en un rincón remoto de mi Vida...!
Estas son la palabras de una Virginia Luque, apenas conocida. Con su abismal misterio humano transformado en imán. Y sublimado en canto.
Para un disco integral, discepoliano, donde la extraña artista de ojos pardos y fieros, ingresa con el mismo sigilo y la seguridad de un duende que puede dialogar con el poeta de la nariz, de la flacura y del talento...!
En ámbito orquestal que cuenta con la holgura inteligente de un músico como Atilio Stampone, poetizando al piano,  y donde todos...  todos, concurren al ritual del oficio profano con que Virginia Luque -sacerdotisa arisca- celebra la encantadora ceremonia secreta de la emoción de un pueblo.
CÁTULO CASTILLO


Virginia Luque
VIRGINIA LUQUE INTERPRETA A DISCÉPOLO
Arreglos y dirección: Atilio Stampone
Microfón   PROM-240 / LMS-76022
1969

01. Sin Palabras (tango) Mariano Mores, Enrique Santos Discépolo *
02. Malevaje (tango) Juan de Dios Filiberto, Enrique Santos Discépolo +
03. Soy Un Arlequín (tango) Enrique Santos Discépolo *
04. Sueño de Juventud (vals) Enrique Santos Discépolo *
05. Tormenta (tango) Enrique Santos Discépolo +
06. Mensaje (tango) Cátulo Castillo, Enrique Santos Discépolo *
07. Cafetín de Buenos Aires (tango) Mariano Mores, Enrique Santos Discépolo *
08. El Choclo (tango) Marambio Catán - Angel Villoldo, Enrique Santos Discépolo +
09. Desencanto (tango) Luis César Amadori, Enrique Santos Discépolo *
10. Martirio (tango) Enrique Santos Discépolo *
11. Infamia (tango) Enrique Santos Discépolo +
12. Uno (tango) Mariano Mores, Enrique Santos Discépolo *

* Con acompañamiento de Orquesta
+ Con acompañamiento de Conjunto

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Aporte de Luis Pergamino


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