Dante Amicarelli
PRELUDIO A BUENOS AIRES
Al lado de SADAIC hace años había un pequeño café. Era un salón angosto, de un lado la barra, y del otro unas mesas pegadas a la pared. Al fondo, otras dos o tres mesas completaban las posibilidades del pequeño lugar.
Un día me encontré a sus puertas con mi amigo Rolando Mañanes, que por entonces oficiaba de inspector musical en la entidad de los compositores. Antes de entregar las planillas de su trabajo solía pasar por ese bar a completarlas.
“Vení, acompañáme con un café”, me invitó.
Entramos, y al fondo, en una de esas pocas mesas, un hombre sentado allí, lo saludó y nos invitó a compartirla. Había bebido mucho se veía por su estado.
Mientras mi amigo llenaba sus papeles, hablamos de música, del piano, de Debussy, de jazz, de tango. Cada tanto este buen hombre, algo mareado, brindando con su copa, tocaba con sus dedos sobre el filo de la mesa que hacía de teclado imaginario para ejemplificar sus dichos.
Al rato, nos levantamos, lo saludamos y salimos.
“¿Sabés quien es?”, me preguntó mi amigo refiriéndose al hombre que habíamos dejado envuelto en su nube de música y alcohol.
“No”, le respondí.
“Dante Amicarelli, el mejor pianista que tuvo Piazzolla”.
Como un reflejo instantáneo me vino a mí aquel solo de piano que hace de prólogo en la que sin ninguna duda es la mejor versión de Adiós Nonino.
Medio aturdido yo por tal revelación apenas pude darle la mano y saludar a mi amigo. No sé adónde iría él. Quizás a entregar sus papeles. Yo me fui caminando despacio por Lavalle hacia Paraná, mientras daban vueltas en mi mente aquellos largos arpegios que se abren para dar paso luego a ese tema tan personal, único y característico.
Recordé aquellas anécdotas que se cuentan alrededor de esta versión. Que Piazzolla escribió esa larga cadencia pianística, algo más de dos minutos, casi tres, para este pianista, medio jazzero, medio tanguero, que se preciaba de ser un gran lector a primera vista, con todas las dificultades imaginables, como para probar esa habilidad. Y le puso el papel sobre el piano en el primer ensayo y él la tocó de primera y sin ninguna equivocación. Y que en esa primera lectura dejó a todos los músicos del quinteto azorados, incluso al mismo Piazzolla, no sólo por la calidad y virtud técnica, sino por el fraseo y el modo cómo cantaba y cómo expresaba esa conmovedora música. “Lindo arreglito”, fue su único comentario, como para que Piazzolla se tragara su desafío. Y que un sábado de trasnoche, de madrugada casi, después de una actuación en Michelángelo, allá por el ’69, fueron al estudio de grabación, y la grabaron. El solo de piano de un solo tirón y de una sola vez, igual que en aquel primer ensayo.
Como una larga improvisación va recorriendo unos acordes hasta desembocar en esa nota larga, lánguida, estremecedora, que se resuelve en dos corcheas para saltar a otra nota larga y cargada de tristeza. Y luego, otras corcheas llevan hacia arriba a otra nota larga, mientras la mano izquierda hace unos arpegios que la acompañan.
Al terminar ese tema, aparecen unos acordes quedando todo en suspenso y una nota grave da pie para que desde allí el violín y el bandoneón, como pidiendo permiso, como balbuceando, acompañados por sonidos de percusión, comiencen el tango.
Llegué por Paraná a la esquina de Corrientes. Y allí vi a la singular calle porteña cómo fluye hacia el bajo pasando por el Obelisco, mientras recordaba el final de la versión, la última exposición de ese tema triste, el solo de bandoneón de Piazzolla, quizás él recordando a su padre, apoyado por un acompañamiento sutil y amigable del piano en un segundo plano, para que el bandoneón llore sólo toda su tristeza y dolor.
Uno intuye entonces ese fluir que sigue hacia el Río, hacia aquella zona que adjetiva a todo lo que tiene que ver con Buenos Aires. El puerto, la porteñidad. Ese solo inicial de piano es algo así, es el prólogo que hace intuir al tango que viene después. Que lo que viene es el sujeto tan bien adjetivado y preparado por ese piano. Y que luego al final acompañará al bandoneón para que suene sólo en su triste soledad.
Volví mi vista hacia atrás. Imaginé al Maestro Amicarelli saludando y brindando con nosotros desde esa mesa del pequeño bar, hablándonos de Debussy, del piano, del jazz, del tango, con sus dedos moviéndose en ese teclado imaginario de la pequeña mesa, mientras Buenos Aires ahí afuera corría enloquecido por sus calles y veredas.
Los cafés porteños tienen un encanto especial, ¿no?
Néstor Guestrin
Hasta hace algunos años el tango fue la expresión romántica de un Buenos Aires diferente, y tal vez apuntaba a definir con más propiedad al barrio en su característica más típica, más "costumbrista". Pero de pronto este Buenos Aires se nos hace enorme, se estira... Se ensancha... Y al quiere el vértigo de las grandes ciudades del mundo.
Juntamente con este evolución crece la necesidad de ir expresandolo musicalmente. Es así como nace y se proyecta una nueva música. Los clásicos espectadores de la visión nostálgica del pasado se detienen -por costumbre siempre viven detenidos- a polemizar, sobre si esta nueva forma musical es tango o no. Los creadores en cambio, que no se detienen nunca, no descansan buscando revitalizar a nuestra música popular con un hálito vivificante que la renueve, actualice, y que está muy lejos -aunque algunos digan lo contrario- de avasallar al tango, que se mantiene incólume a todo los vaivenes, por ser la raíz en la cual se nutre la evolución.
Así llegamos a nuestros días, sin faroles pero con un semáforo permanentemente encendido que con su luz verde nos anuncia el avance de una forma expresiva que representa cabalmente a la ciudad crecida que nos toca transitar.
Dante Amicarelli músico talentoso, entiende que es más importante crear que "recrear" y se ha lanzado a la hermosa tarea de hacer buena música sin discriminaciones estériles.
Nadie podrá decir que su estilo está plasmado en otro, ni siquiera se nota en influencias piazzollísticas, aun cuando es muy fácil caer en ello, tratandose de música moderna de Buenos Aires.
Esta placa es una buena muestra de buen gusto y calidad y junto al talento creador y pianístico de Amicarelli se lucen un grupo de excelentes músicos argentinos. Marconi en bandoneón, Schneider en saxo tenor y flauta, Lew en guitarra, Genoni en bajo, y Padín en batería. E.l "feelilng" de los solos de Amicarelli, Schneider y Marconi son para tener en cuenta y degustarlos repetidas veces. "Don Astor", "Tema olvidado", "Preludio a Buenos Aires", tal vez son las obras que mejor definen el color de nuestra ciudad
Eladia Blázquez
Dante Amicarelli
PRELUDIO A BUENOS AIRES
Trova TRX-7001
Junio de 1977
01. PRELUDIO A BUENOS AIRES
02. SOLILOQUIO
03. REQUIEM PARA EL SIGLO XX
04. TU PIEL DE HORMIGON - Letra Eladia Blázquez
05. UN NUEVO DIA VENDRA
06. DON ASTOR
07. TEMA OLVIDADO
08. PSICOTERAPIA
09. ME EQUIVOQUE POR AMOR - Letra Eladia Blázquez
Música, Arreglos y Dirección: Dante Amicarelli
Piano: Dante Amicarelli
Bandoneón: Néstor Marconi
Saxo tenor y flauta: Arturo Schneider
Guitarra eléctrica: Ricardo Lew
Bajo eléctrico: Carlos Genoni
Batería y percusión: Jorge Padín
Voz: Rosy Amicarelli
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(de "Notas y Fóbal")
viernes, 1 de julio de 2016
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