jueves, 22 de septiembre de 2016

Argentina Canta Así Volumen 2



EL TANGO Y SUS ARTISTAS
por Cátulo Castillo

En cualquiera de las expresiones del arte - sobre todo en lo que concierne al "arte popular" - el factor preponderante para la creación de una obra capaz de trascender y permanecer, es ese misterio vibratorio que se resuelve en "inspiración" y se maneja casi siempre, con imponderables intuitivos, rastreadores de un ideal de belleza sublimado en el instante de la concepción.
Pero, a veces, la técnica suple, en lo aparente, a ese fenómeno recóndito del espíritu y de la mente, aplicando fórmulas más o menos eficaces y experiencias de escolanías determinadas, sin que se alcance jamás, la proyección inmortal que brota de los copleros y danzas anónimas, surgidas de las fuentes milagrosas de los pueblos y de sus medios naturales para manifestarse.
En todo caso, "ciencia más inspiración", consolidan el maridazgo ideal para la consecusión de resultados inobjetables, cuando el desborde expresivo de lo natural reclama la mesura crítica de la sabiduría, casi siempre "artificial", apoyándose y canalizándose recíprocamente.

EL TANGO
Desde sus anónimos comienzos, esta forma alucinante del arte popular rioplatense, caminó por los senderos de una intuición totalmente librada al hallazgo imprevisto - sin continuidad - y carente de oficiosos "escribas", capaces de legar para alguien, en el futuro, los testimonios de aquellos exaltados pero efímeros hijos de la juglería suburbana.
Eran obras totalmente espontáneas que surgían de las vetas más firmes y preservadas de un arte manual, con escuelas errabundas y herencias profesionales que se transmitían de padres a hijos. O bien, a través de la admirativa observacion de los discípulos de "ojito", cuando aquel "guitarrero" o aquel arpista, se proyectaba en las condiciones musicales, espontáneas, de un pintor de brocha gorda con vocación de artista.
Así han trascendido los nombres de famosos ínstrumentistas "orejeros", cuya habilidad y arte desaparecieron para siempre de los anales de una ciudad despreocupada, porque las interpretaciones bandoneonísticas del "Pardo Sebastián" o las del "Irlandés Tomás Moore", se fugaron del bracete con cientos de páginas improvisadas, cuya escritura y salvataje jamás se intentó! Pero aún así, y pese a que el rastro se ha perdido entre la hojarasca de los años y de la despreocupación de los "histores", una red invisible e intransigente fue extendiendo sus hilos a través del misterio de las calles, de los barrios y de las épocas, con sus paradigmas orales, en conservatorios inominados de almacenes y de esquinas proletarias. Verdaderas escuelas que hacen a estilísticas tangueras y cuyo origen real es imposible determinar, como si la brillantez expresiva de Juan Carlos Cobián, por ejemplo, no pudiera venir de ancestros desdibujados por el tiempo, desde algún guitarrón desvencijado que trataba de formular acordes compuestos en tiempos de "morenadas" y de "tambos" coloniales.
Quien esto expone, conoció hace más de cincuenta años, al arpista Simone, - el "tano Simone" - padre del violinista y compositor Amado Simone, que deambulaba con su instrumento, cansino y triste, por los bailetines de las orillas, portador de escuelas populares de la Baja Italia, pero tocando tangos de otros días con el sentido y la pasión musicales mas fervorosamente porteñas. , ¿De qué escuela venía? Sus aportes artísticos debieron llegar de Sicilia o de Calabria, trasponiendo las técnicas que alguna vez - hace siglos - formalizaron desconocidos y fantasmales menestres de aldeas montañosas. Pero él estaba en Buenos ,Aires y los tangos de entonces -"orejeados"- se afirmaban en sus manos duchas y esclerosadas con una vigencia de arte instrumental puro, sin países ni fronteras...! Trayendo su "escuela" remotísima, pero también, haciéndola...!

LAS ESCUELAS PIANISTICAS DEL TANGO
Cuando las orquestinas tangueras del Río de la Plata comenzaron a delinear sus formaciones de manera coherente, el PIANO se incorporó como un aporte substancial para el progreso técnico de aquellos primitivos conjuntos, suplantando a guitarras y guitarrones, y tratando de superar procedimientos burdos de armonías cifradas y tabulaturas en decadencia. El piano resultó una conquista! Era un instrumento conservatoril aportaba la presunción de una disciplina alfabeta y con posibilidades conductoras que acercaban los nombres de ejecutantes como el "Negro Phillips", de Roncallo o de Prudencio Aragón. Pero, sobre todo, el de Rosendo Mendizábal, predecesor en magnitud profesional y artística, de la más importante figura de aquel tiempo: don Roberto Firpo.
La incorporación de un instrumento polifónico de envergadura casi orquestal, proyectó velozmente las posibilidades de "progreso del tango y de los "tangueros", considerándose, sobre todo, que el piano (infaltable adorno familiar de una burguesía necesariamente pacata) era recreo de las noches de sobremesa, cuando la candorosa "nena" de la casa, podía intércalar entre "Lágrimas de una Virgen" o "La Tempestad en Cabo de Hornos", uno de aquellos tanguitos saltarines y alegres que- gustaban tanto al calavera del hermano mayor...!
La aparición de Juan Carlos Cobián y de Enrique Delfino, marca dos indudables avances para una técnica solista y espectacular, que permitía el uso de acordes lujosos de sonidos, arpegios y modulaciones de lucimiento personal. Con ellos, y después de Roberto Firpo, crece el interés de búsqueda - musical sobre todo - que puede considerar su tratamiento virtuosista, entre épico y romántico, donde el pianista de turno se constituía en el héroe de la jornada familiar, a través de páginas esencialmente aptas para estas exhibiciones.

HORACIO SALGAN: UN TALENTOSO
Para un Buenos Aires que va a ingresar en la cuarta década del siglo, la afloración de pianistas con altas posibilidades de arte, se entronca con esta conquista de treinta años atrás, que, en la "orquesta decariana" ha de producir la vigorosa potencia - un tanto golpeada - de Francisco De Caro, para arribar a muchísimos nombres de inquietos buceadores del teclado.
Horacio Salgán, es - sin duda - quien aparece con un ímpetu escolástico totalmente definido para un tratamiento de la orquesta que ya sugiere su superlativa técnica pianística. Porque viene de la escuela vienesa de Amelia Coq de Weingand, y ha sido proyectado por el maestro Scaramuzza, y sabe de las clases magistrales de Borowsky o de Spivak. Es decir: alguien que se allega con títulos, pero que, sin duda alguna, posee el inconmensurable talento creador de los ingenios besados por la musa del arte. Un pianista "tanguero", isí! Pero con el orgullo y la convicción de caminar sobre las rutas de su verdad vocacional, que - una vez - lo empujó a la sala de concierto o a la escrutación de las complejas técnicas del órgano.
Es curiosa la anécdota que sigue:
Tenía pantalones cortos y un deseo irrefrenable. de aprender a tocar aquel instrumento imponente. Asi, llegó hasta aquella iglesia donde señoreaba uno, formidable, con tubería completa, registros, combinaciones fijas y variables, tres manuales, pedaleras magníficas..! "Yo quisiera hacer la prueba dé ejecutar órgano... Soy pianista'..!", le dijo al cura párroco.
"Imposible, hijo mío!, le contestó éste. "El instrumento está trabado, descompuesto... Y además, debo atender las confesiones..!
Por lo menos, padre, quisiera verlo de cerca...¿Me permite..?
-"Cómo no... hijito mío..!" Y, despaciosamente, lo condujo a través del templo silencioso hasta donde se encontraba instalada la consola.
"Puedes examinarlo a tu gusto..!", agregó. Y se retiró dulcemente. Horacio creyó que el sacerdote se negaba a dejarlo "probar" aquel enorme y complicado armatoste, pero, decidido a demostrar sus posibilidades artísticas comenzó en la búsqueda del secreto que lo haría sonar.
Apretó un botón, luego otro. iY otro más! Giró una manivela, levantó dos perillas tocó más manivelas y muchos más botones. De pronto: izás..! Un estruendoso clamor de sonidos graves y agudos que chocaban. Pitos, murmullos, bramidos profundos y silbidos infernales. La iglesia se desrnonoraba al impulso de una tormenta de fragor inaudible. iTemblaban las columnas..! El músico azorado, trató de acallar aquello, pero inútil..! Las manivelas no hacían caso y el maremagnum crecía ya incontrolado...
De todos los rincones salieron, alarmados, los padres de la iglesia para ver qué diablos estaba aconteciendo... Y Horacio debió abandonar el campo de batalla, cabizbajo y avergonzado. mientras el buen clérigo le decía, acariciándole la cabecita: "Ahora ¿me crees, chiquillo del demonio..? iTe lo dije: el órgano estaba descompuesto..!

LA ESENCIA PORTEÑISIMA DE HORACIO SALGAN.
Dentro del concepto universal del arte, resulta halagadoramente auspicioso este respeto e identificación que Salgán observa por las raíces clásicamente porteñas, y el mantenimiento de una esencia criolla que, en ocasiones, acepta contactos polirrítmicos que pueden sospecharse como provenientes de un estadio afro-argentino.
Así, por ejemplo, el punteo contrapuntístico de piano y guitarra. en la milonga "MANO BRAVA", plétorica de gracia saltarina, con sus progresiones cromáticas y sus cambios: de tonalidades, totalmente ortodoxas, que refirman un "saber hacer", en beneficio del espíritu de la obra recreada.
Técnicas impecables en el uso del contratiempo o de. la síncopa; el aprovechamiento tímbrico de los "tiples" que puede observarse en "LA CLAVADA" o en "EL MARNE" y que, sin abundar, se manifiesta en cada uno de los trabajos orquestales de este singular, y ya indiscutible maestro del género.

UBALDO DE LIO, GUITARRA TANGUERA.
En la conquista de nuevos horizontes expositivos para el mejor lenguaje musical del tango y otros congéneros rioplatenses, se ha dado - últimamente - destacada ubicación a la guitarra eléctrica, acaso porque ello condice con el siglo y tic-tac nervioso de las urbes monumentales, en la era del átomo.
Lo que se exige,inalienablemente,como técnica instrumental, se suma a un cauteloso uso del sonido eléctrico donde caben - además - todas las reglas del "arte tanguero", de dificilísima captación cuando no se ha crecido en el paisaje cimarrón de la calle y se ha sorbido hasta el fondo, en la linfa de las expresiones urbanas y suburbanas.
Ubaldo de Lío, viene de allí: de una familia con profunda vocación musical, donde todos sus integrantes - por ambas ramas - se han inclinado a satisfacer estos imperativos categóricos del espíritu, a través de instrumentos antípodas, desde el bandoneón al mandolín, o del piano a la batería y viene de un barrio clásico de poetas, jugadores de fútbol, musicantes, bailarines... Allí, en las cercanías de San Lorenzo de Almagro, cuando a los 3 años de empinarse sobre las zapatillitas de soga, ya sabía cantar las páginas memorables de Gardel...
Si "lo que se hereda no se hurta", al decir clásico, es incuestionado , también el derecho a ser artista de Ubaldo le viene de cuna, como es suyo "su estilo" y la autoridad profesional que le confiere una vida disciplinada y el propósito decidido a una superación que día a día se le reconoce y aquilata.
Es prueba de ello, y junto al ya comentado Horacio Salgán, Ia solidez rítmica y sonora que hallamos en "La Tablada" o "Loca de Amor': dos obras que se revivifican a través de una clara y cariñosa conjunción de esfuerzos, para el logro del mejor arte popular.

OSVALDO PUGLfESE: ESTILO INCONFUNDIBLE.
En lo génerico del espíritu del tango, el pianista que tiene la introversión poética y cromática de la danza, volcada sobre un ritmo obsesivo, de gracia suprema, de elegancia y personalidad singulares, se llama Osvaldo Pugliese.
Y este muchacho que peina canas, es, todo él, el lenguaje del tango desde un instrumento que crece en profundidad; de languidez romántica en las manos exangües, pero sólidas, que han recorrido muchas latitudes del mundo, portadoras del idioma musical del Río de la Plata..! Lo vimos adolescente aún, sobre el palco inicial de aquel cinematógrafo de la calle Lavalle, poniendo en el sexteto de Pedro Maffia la contextura vigorosa de su ritmo y la suavidad sed osa y honda de su sonido, hace más de cuarenta años..!
También, junto al arte violinístico, impar, de Elvino Vardaro, y a la violenta expresión, rigurosamente tanguistica de Pedro Laurenz.
La ubícación estética y formal de Osvaldo Pugliese, corrwsponde a una irrenunciable sinceridad para consigo mismo y para con el arte que elabora no solo como ejecutante de insobornable seriedad sino - también - dentro de su faz importantisima de compositor, en páginas que poseen las más altas ejecutorias de la "forma" y de la verdad expresiva que lo define y personaliza.
Desde su ya lejano tango "Recuerdos" hasta cualquiera de sus obras instrumentales, "Negracha", "La Beba". y casi exclusivamente en este campo, Osvaldo Pugliese es la personificación más típica y auténtica del espíritu que el tango esconde en su trasfondo atormentado. Debe escuchársele con el recogimiento fervoroso que impone a obras como "Charamusca" de Francisco Canaro, donde campea un dramatismo casi heroico, de una densidad que es necesario atravesar para que se contemple vívido el paisaje de un Buenos Aires de orillas aguafuertistas. O bien en la compadrada canyengue hondamente graciosa y también hosca, de "La Cabrera", de Arolas, en estilo totalmente pugliesano, pletórico de arrastres y de rubatos que hacen al lenguaje instrumental inconfundible, donde bandoneones y violines dialogan, bajo la preceptura tensa y admirablemente nuestra del piano de un artista que no hace concesiones ni a sí mismo.
En suma: un poeta del tango instrumental.

CARLOS DI SARLI: EL SEÑOR..
Cuando Carlos Di Sarli llegó a Buenos Aires desde su pago sureño, en las proximidades de Bahía Blanca, venía acompañado por un destino de esfuerzos concatenados en la díficil lucha para hacer prevalecer sus ideas musicales, plenas de sutilezas sonoras, con sujeción a técnicas expresivas que había de transmitir a las orquestas en que actuaba.
Enlazado al éxito del conjunto de Osvaldo Fresedo, allá por el año 1926, Di Sarli contribuyó a imprimir las características esenciales de su modalidad, que - por otra parte - resultó singularmente inimitable.
Una prevalencia rítmica, con uso acentuado de una extraña técnica contratempista, alternada y jugada con arpegios, y el aprovechamiento de toda la extensión del teclado, le otorgan la fisonomía de una verdadera' "escuela": la suya, que, en el cenit de una carrera tronchada por la muerte, impone lo que - en base a calidades - puede denominarse como "estilo Di Sarli", sin lugar a dudas ni a errores de apreciación.
Poseer un estilo: he ahí lo difícil... !
Y el pianista anónimo que trajera de sus pagos provincianos la resignada adaptación al drama ciudadano, en deambular perseverante por los palcos musicales de los Cafés aquellos: "El Nacional" "EI Germinal", "El Guarany", "El Marzotto", logró el milagro del consenso afirmativo del público, situándose en el peldaño más alto de la espectación y del aplauso.
Recuerdo que actuábamos en un programa central de Radio "El Mundo", sobre la base de su notable, y entonces, actualizado repertorio, entre cuyos intervalos se intercalaba un envío oral, poético o anecdótico, que debía ilustrarse con un fondo musical apropiado.
-"Necesitaríamos una improvisación pianística mientras se habla... ¿Es posible. . .?", le preguntamos.
-"Como no... contestó sonriente. "No hay dificultad...!" Y en la colaboración solicitada, con verdadera sorpresa escuchamos al pianista, en versiones memorizadas de valses de Chopin, los más difíciles, plenos de musicalidad, estilo, fluidez, con el espíritu romántico, o heroico, que podría exigirse a un concertista adentrado en el carácter y vuelo de la obra del polaco genial. Carlos Di Sarli - ¡típico y tanguero . . . ! - no era, pues, un producto de la buena suerte que, por otra parte, le negaron asidua e injustamente, sino el de una disciplina profesional al servicio de su sinceridad y del arte popular que amaba apasionadamente... !
Todo ello surge por sí mismo, de la simple audición de sus interpretaciones inolvidables, que el disco perpetúa en títulos como "Bahía Blanca", dedicado a su ciudad de la infancia; el magnífico y poco frecuentado tango "El Abrojo" de Agustín Bardi, o "Indio Manso", la página de Quesada.
Carlos Di Sarli, personalísimo, auténtico, constituye también todo un estadio de la música instrumental que nos ocupa.

MARIANO MORES, CREADOR INTERNACIONALIZADO.
Cuando Mariano Mores, entonces "Marianito", ingresa al mundo del arte popular, allá por el año 1930, lo hace con títulos especialísimos, a través de una personalidad adolescente, dotada de facultades pianísticas realmente sorprendentes. . .
Compositor, instrumentista, cantante, arreglador, su polifacética actividad artística se vigorizó con la "impronta" con que realizaba creaciones realmente espectaculares, junto a las entonces "hermanitas Mores", Y así, el día en que Francisco Canaro lo descubre e instala como parte constitutiva de su orquesta, junto a Luis Ricardi, el otro pianista, las puertas de la popularidad y de la fortuna se abren para quien apenas había transpuesto los veinte esperanzados años...sus acompañantes del trío inicial.
Ya es alguien, con la preponderancia de su impulso y de su talento creador. Pronto emerge con páginas memorables, y ya no se trata de un ejecutante espectacular, que desborda a su instrumento, sino el autor de obras que trascienden las fronteras, prolifico repetidor de sucesos, hasta convertirse en un excepcional proveedor de títulos internacionales, colaborando con poetas de la talla de Manzi, o de Discépolo.
Su capacidad orquestal, realmente sorprendente por lo intuitiva, le puede permitir el abordaje e instituciones instrumentales de contextura clásica, en el orden sinfónico, y es así que en el año 1954, dirije - ¡nada menos! - que a la Orquesta Sinfónica del Estado, en memorables audiciones de carácter popular, que contaron con admiradores y detractores de sus posibilidades profesionales.
Pero Mariano Mores es - a su modo - un importante aporte sanguíneo a las corrientes innovadoras, cuyo vuelo conceptual se vuelca no solamente sobre. la contextura formal de la composición, sino también para un tratamiento de la orquesta, lleno de elegancia y colorido, que se evidencia en TANGUERA, obra que - dentro de las limitaciones naturales - alcanza un vuelo pucciniano o del clásico ADIOS MUCHACHOS, tratado con incuestionable sabiduría profesional y artística.

EL GORDO PICHUCO
Viene en línea directa de los grandes bandoneonistas del pasado, partiendo desde el mítico Arolas y la posterior ubicación de nombres que responden a una técnica trabajosamente conseguida por el "fuelle", con maestros del instrumento que pueden llamarse: Pedro Maffia, Pedro Laurenz, Minotto, De Cicco...
y aquel Pichuco, Aníbal Troilo que se encaramaba a los palcos heroicos de la calle Corrientes, con sus apretados pantalones cortos, constituyó desde siempre, el asombro con que se reverenciaba desde el aplauso unánime, a los super-dotados del arte musical.
Si no hubiera nacido en el barrio del Abasto, merecería que allí lo hubiera hecho, para integrar el "cara" y "ceca" de la moneda, junto a Carlos Gardel, el morocho de aquella latitud formidable de nuestra ciudad. Y el "gordo Troilo" con su simpatía irresistible, es - acaso - el producto más puro de la calle y las noches porteñas, en lo que tienen de intimistas y evocadoras, desparramando "saudades" de los años que quedaron detrás. Troilo es un conversador del bandoneón, tan profundamente conocedor de sus voces y silencios, que pareciera parte constitutiva de su personalidad, encontrada en una esquina cualquiera de su niñez, junto a "Carbuña", que jugaba a la pelota sobre los potreritos del barrio aquel, y de doña Felisa, su madre, sacrificada y visionaria...
El bandoneón, "la jaula", como dice Pichuco, se ha promovido en el talento natural y callejero de este héroe del tango, con una misteriosa y bravía enjundia musical.
Su orquesta, irremisiblemente dueña de un instante luminoso para la música popular rioplatense, es la consagración del equilibrio con el impulso temerario; la vehemencia pasional y la restricción sorpresiva. Tiene raudal sonoro y hallazgos originales, donde cabe todo lo que señale un nuevo rumbo, avisorado en el momento de la entrega, precursores de lo que siempre está por lIegar, y a veces llega...
Obras liminares como "QUEJAS DE BANDONEON", de Juan de Dios Filiberto, a través de la enjundia creadora de Troilo, hacen a lo antológico, con la autoridad de su sola presencia. O de "LA BARDANA", de elaboración orquestal simplemente magnífica.

EDMUNDO RIVERO: LA VOZ DIFERENTE...
Claro está que era una época signada por una conjunción de espíritus que, eclosionando juntos, imprimían a las horas de la ciudad alerta. una tensión artística, vibrante, que podía hacerse "cine" o "teatro", o "charla de café" comentando la hazaña de aquel crack del hipódromo...
Astor Piazzolla, todavía un jovencito anhelante. se sentaba para escuchar a Troilo y escarbar en el estilo aquel que lo encendía de amor por una musa apenas descubierta..!
Fiorentino no estaba, todavía encaramado en lo alto de una fama que lo envolvió más tarde, y la vida porteña iba a asistir a una renovación de sus valores, en la búsqueda incesante que los pueblos emprenden para erigir sus ídolos...y la década del 40 llegó postulando valores que prometían una fuerza vital, no solo en el aspecto instrumental de las orquestas típicas, que encaraban resueltamente la técnica ortodoxa del "arreglo", haciendo "especialistas", sino también, el hallazgo del aporte vocal, acaso diferente y personal. frente a la avasallante dimensión de Carlos Gardel, ya adentrado en la senda de la mitología de América...
De todas esas cuerdas diferentes, ninguna acusó la personalidad absoluta y original de Edmundo Rivero, con su gallardía distinta - a su modo - en contrapartida masculina v reciamente varonil, al galán romancesco y afeminado. Es como es: con una cuadratura de caballero hispano, donde corre una veta sanguínea de nativos indígenas con la que se enorgullece..!!
Guitarrista de medios convincentes, une a su registro baritonal, de timbre grave, una emoción que controla inteligentemente, en la exacta dimensión con que mastica el contenido literario de aquello que interpreta...y no puede dejarse de recordar el instante de su gran promoción al estrellato de la canción urbana, cuando, junto a Pichuco, se revela en la exacta medida de sus posibilidades, hasta entonces difusas, y haciéndose más tarde - independiente y singularel portador de "una manera" que, sin antecedentes, se resuelve en muestra del mejor arte popular, de un arte con dignidad y conciencia profesionales... .. Secundado por la orquesta de Mario Demarco, por la de Héctor Stamponi, o por la de Horacio Salgán, siempre hemos de hallar en su factura creacional, aportes que revelan al artista. ya sea dentro de la cuerda popularesca pero intelectual de "Jacinto Chiclana", en la airada y también filosófica reprimenda de "Infamia", o en la contextura compadre, vigorosa de "Malevaje", como en la íntima y dolorosa fábula de "Confesión" para establecer cuatro cardinales - acaso disímiles - en la orientación estética de este gran romero de las canciones ciudadanas.

ARMANDO PONTIER: SENSIBILIDAD y TALENTO.
Desde aquella latitud emocional y emocionada que promueve a figuras que luego se afirmarán en el concepto popular, cuando el tango de la década del 40 puede orientarse dentro de cánones inteligentes y técnicas ambiciosas, llegan artistas que fueron consolidando sus reputaciones y acumulando razones para su permanencia en el afecto público.
Armando Pontier es uno de ellos,con todas las virtudes de su talento creador y "recreador"; desde la autoridad sin alharacas de su instrumento, el bandoneón, con el que llegó de sus pagos provinCiales, en el nudo cariñoso y aventurero que ataba a nombres como los de Héctor Stamponi, el de los hermanos Expósito, el de Enrique Mario Francini, que constituyen relevantes perfiles de las antologías tanguísticas del presente.Y también el infortunado Osmar Maderna, iridiscente y meteórico..! De ese semillero inquieto, que llegara hasta la orquesta de Miguel Caló, integrándola, Armando Pontier ha intentado aplicar sus conceptos equidistantes entre lo netamente popular y lo "popular elaborado", para volcar en una orquesta de calidades notables, el profundo conocimiento de la vena musical que ahonda cada vez más...
Su sensibilidad y su talento se han resuelto en páginas propias y ajenas, que trasuntan - de algún modo - su reservada, medida, filosófica personalidad de hombre y de artista.
Así se resuelve de colorida y recia, "La Viruta" de Vicente Greco o "Fuegos Artificiales", la vieja página de Roberto Firpo, densa de gracia tanguera, con el espíritu intacto de la ciudad de cuarenta años atrás, pero con una sintaxis orquestal renovada, que hace al talento realmente singular de Armando Pontier.

HECTOR STAMPONI JUNTO A ENRIQUE MARIO FRANCINI.
Ambos llegan de un ámbito provinciano litoraleño, pleno de inquietudes creadoras, con peñas de adolescentes que discutían los movimientos modernos de la música universal, cuando el maestro Ehlert encendía la chispa de una conciencia armónica revolutiva, hecha de excepciones, en las avanzadas del discurso musical y de su técnica.
Stamponi nació, como por broma trascendental, un 24 de diciembre, dentro de un hogar modesto y disciplinado que podía soñar para ese niño rubio y de ojos claros, un destino de "magister puerorum", elaborado en las aulas de su adolescencia, que concluyó por entregarle un título...
Pero el piano "tiraba" mucho más que la enseñanza de la "regla de tres" . y un buen día sintió que el destino le bailaba entre los dedos, marcándole las rutas de la gran ciudad y trajinando las sandalias de sus compañeros de aventuras que podían ser Pontier, Francini, Virgilio Expósito..!
"Chupita" Stamponi pertenece a esa gran promoción tanguera que alentara en el espíritu de Osmar Maderna y cuyas limitaciones estaban solamente en el instrumental técnico del que podía disponerse.
En su afán de promoverse profesionalmente, corre al aula magna de Alberto Ginastera y sabe de los consejos sabios de Julián Bautista. Y se hace músico de verdad, detrás de experiencias inquisitivas que se hunden en las fuentes universales de la orquesta moderna, que analiza a Sibelius, que no se sorprende con Varése..! Así compone, ejecuta, instrumenta...y el músico que más tarde habría de lograr títulos imperecederos, ha de madurar primero bajo los soles de países americanos, entre los tabacales de Cuba, las montañas de Colombia, el indigenismo orgulloso y conciente de Méjico...
Su identificación con Enrique Mario Francini, no solamente conserva una romántica historia de juventud pueblerina, sino la concepción recíproca de un gran arte popular, que - en el violinista privilegiado se transforma en vigorosa paleta de colores rioplatenses, con todas las ejecutorias de un artista de primerísimo plano en el orden nacional - y ¿porqué no..? - en el internacional...
Así, su agrupación "Los Violines de Oro del Tango:" con ambos músicos en la conducción estética y formal del conjunto, posee los basamentos de identificación en una seriedad profesional inobjetable, cuando ya de vuelta de los programas intelectivos extranjeros, encuentran en la raíz popular del tango la razón inequívoca para realizarse definitivamente.
"El Huracán", famosa obra de Edgardo Donato, confirma en esta colección, el sentido profundamente porteño de una orquesta de arcos, dentro de las exigencias y posibilidades artísticas del gran estadio musical que ambos directores representan.

ROBERTO PANZERA: AVANZADA MUSICAL.
Así como muchos otros bandoneonistas que, en la búsqueda de una superación técnica ahondaron las complejas formulaciones de la armonía y el tratamiento contrapuntístico, Roberto Panzera aparece en el panorama de los últimos años, con los atributos de un excepcional compositor y director de orquesta.
Pero no solamente, dentro de las preceptivas clacicistas del arte, sino, más bien, como un avanzado buscador de efectos de la más moderna factura y con la plena conciencia de las posibilidades orquestales al servicio del tipismo del tango.
Todo ello complementado por un espíritu creador, de personalidad perfectamente definida, que hurga en los timbres instrumentaes menos frecuentados, incorporándolos a su lenguaje musical y en una orquesta que se declara definitivamente argentina, con un levantado y bello espíritu porteño.
Viajero experimentador de las más variadas tendencias musicales, Panzera ha frecuentado, en Europa, las corrientes renovadoras del arte popular, dirigiendo diversas agrupaciones musicales e imponiendo con loable convicción de artista, las posibilidades de su instrumento predilecto: el bandoneón.
Pero tratado a "lo órgano", 'con la capacidad sonora que sólo es posible arrancar bajo la tutela de un conocimiento integral del arte que le atañe y su vocación por él, le viene de Iejos: de su niñez juguetona, que pretendía extraer sonidos de aquel banquito de madera que sentaba en sus rodillas, aplicando los dedos sobre un "teclado" que el buen abuelo Ie improvisara con clavitos, para ilusión de un nieto que pretendia ser ejecutante y director de orquesta a los cuatro años.
Desde aquel Roberto Panzera que integró la fila de bandoneones de la orquesta de Osvaldo Fresedo, hasta el qüe hoy se proclama como uno de los más completos y eficaces instrumentadores del pais, media la distancia de una vida..!
Vida de consagración al estudio, que, en el área del tango, representa la contribución más vigorosa y levantada - junto a otros muchos - para el definitivo, irreversible progreso de nuestra música popular..! Y ello se advierte . sin lugar a dudas - en los recursos orquestales que exhiben "Una lágrima tuva" y "Ninguna", famosas páginas del tango, vestidas de verdadera gala a través del conocimiento orquestal, y el depurado gusto de este artista, todavia muy joven.
Roberto Panzera, avanzada musical, es una realidad argentina, pero sigue siendo una gran esperanza para nuestro arte popular, sin distinción de -géneros.

DOS CANTANTES JOVENES: RICARDO GUZMAN y CARLOS RYAN.
El poder de renovación del arte popular, y en este caso del tango, está afirmado (como en todas las ramas del talento que crea -o que interpreta) por ese imponderable filogénico, que establece el turno de las generaciones y el florecimiento oportunos de los nuevos brotes.
Siempre ha sido así, y tal aserto se robustece con la presencia en nuestro firmamento de luminarias líricas ,de una nueva promoción de hombres de tango, plenos de responsabilidad y de respeto por el lugar que ocupan en las avanzadas defensoras de una cultura popular representativa, también, de lo argentino.
!Un compositor, un ejecutante, un director de orquesta, un cantante..! Y en esta diferenciación simplemente formal la misma, úrrica meta del progreso, de la evolución...
De este modo, la gran platea argentina - y acaso continental. ha recibido con una simpatía que puede calificarse de suceso, la aparición de Ricardo Guzmán y Carlos Ryan, dos valores distintos, para un género que posee un alto y acendrado espíritu de crítica.
Si bien el primero de ellos, hizo sus armas de combate en el Brasil, fue en Buenos Aires y bajo la conducción y los consejos del maestro Héctor Stamponi, que logró madurar velozmente anticipando . ya hace cuatro años - a quien, hoy, ostenta todos los atributos de un privilegiado de la fama. Es un ser que pertenece a la categoría "del ángel", con un don de penetración popular, que solo puede ceder paso a la seriedad y ahinco con que perfecciona sus naturales posibilidades vocales.
A su lado, Carlos Ryan, ofréce las características de una mayor experiencia profesional, ya que hace cerca de diez años actuaba en Montevideo y sus presentaciones radiales, en ambos países, le han concedido una precoz y valiosísima veteranía artística.
Sus actividades dentro del orden comercial le representan, sin duda alguna, cierta indepedencia económica que a veces se trasunta en una indepedencia de criterio, condición que refirma su profunda vocación por el arte popular y la ecuanimidad y desinterés con que "puede" transitar la diffcil senda creacional, con la defensa y sostén de su propia opinión, al servicio de los más altos ideales... Además, ama a los perros y su dedicación a ellos adelanta y acredita un espíritu amplio, comprensivo y generoso, que son las virtudes cardinales del artista nato.
Merece analizarse con interés, no exento de simpatía, las versiones de "Taconeando", el célebre tango de Maffia y el pintoresco "El bulln de la calle Ayacucho", qué registraran respectivamente Guzman y Ryan, para justificar sus presencias, como augurales, en una colección antológica de los méritos que aquí se reúnen.

ASTOR PIAZZOLLA EN LA GENIALlDAD DEL TANGUISMO UNIVERSAL.
Un conjunto de corrientes paralelas, disímiles, unidas, contravertidas, etc., han otorgado fisonomía, a veces polemista, al tango que, en busca de su mejor, expresión ha golpeado en casi todas las puertas de una estética que vá en camino de realizarse integramente.
Pero ello ha ocurrido de manera significativa, en estos últimos años, con la aparición de espíritus inquietos, que alguna vez pudieron llamarse Argentino Galván o Martín Darré, pero que, en su consolidación más específica responde a la figura de Astor Piazzolla.
Si su biografía dice que es marplatense, su porteñismo y ciudadanía empiezan a ser universales, desde que aprendió el bandoneón que le regalara su padre, en los Estados Unidos de Norteamérica, siendo un chiquilín que apenas podía sostener el instrumento.
Desde que comenzó a deletrear las complicaciones de la ciencia musical con alguien que, por ejemplo, venía de la escuela pianística de Rachmaninoff, un maestro húngaro que vivía en Nueva York, a quien la madre le pagaba con ravioles caseros las clases que el pequeño Astor deglutía ávidamente. O bien, junto a la ciencia sublimada de Nadia Boulanger, en París, cuando ya hombre, comprendió que creyendo saber mucho, sabía muy poco de todo aquello..! Este universalismo de Piazzolla, siendo porteño a dos puntas, no solo le llega de aquel querido profesor Bela Wilda de su infancia norteamericana, sino de su asomar curioso al mundo heterogéneo del arte cinematográfico, en los "sets" de la Paramount, habitado en aquellos instantes de su evocación, por un dueño del éxito y de la admiración continentales, que por casualidad se llamaba: ¡Carlos Gardel..!
En aquel asado a la criolla, con mala carne y malos chorizos, el "pibe" Astor Piazzolla, a cuya casa neoyorkina concurría el cantante, devoto de los tallarines familiares, debió tocar el bandoneón. Pero era un bandoneón diferente, que se entretenía con las Invenciones de Bach, en los minuetos de Mozart, con las sonatas de Haydn.
-"Ché... pibe... Tocate un tango.:: ¡Aquí tenés la música..!" Y Gardel le alcanzó las "particellas" utilizadas en las grabaciones de aquellas famosas películas.
Astor Piazolla, lector repentista, leía con facilidad pasmosa aquello que respecto a las dificultades que debía superar diariamente, en una metodología severa, resultaba un juego de poca monta. Pero lo hacía muy mal, carente del espíritu que el tango era, incapaz de traducir en aquella página pentagramada y poco explicativa.
"-Mirá pibe"! le dijo Gardel palmeándolo, "el fuelle lo tocás fenómeno y lees a primera vista... pero el tango lo hacés sonar como un gallego!" Las palabras del artista inolvidable tampoco se olvidaron jamás, y el subconciente del músico persistió, desde entonces, en la tesonera búsqueda del mejor hacer...
Resulta indiscutible que Astor Piazzolla, ya hombre y aclimatado al discurrir de la vida porteña, recogió de las largas y amorosos tardes del Café "El Nacional", las posibilidades intelectivas que le permitieran entrar en las características rítmicas y expresivas del tango. Sobre todo, oyéndolo a Pichuco, saboreando cada una de las fiorituras que, luego, vencía con facilidad realmente increíble.
Alguién faltó una vez a la tarea diaria, y aquel muchacho pertinaz y silencioso se ofreció a reemplazarlo.
-¿Usted..? No! Así... ¿a primera vista..? iEs imposible..! arguyó Troilo. Sin embargo, Piazolla logró vencer las resistencias cautelosas de Pichuco, y se sumó a la orquesta, improvisadamente, realizando en lecturas espontáneas todas los galimatías posibles para el fuelle, con variaciones dobles, en terceras, dobladas en los bajos..!
Así quedó incorporado al mundo profesional del tango, a través del pasaporte de una de las entidades musicales que iniciaban el sendero de la notoriedad más absoluta...

EL APORTE DE PIAZZOLLA. LA GRAN TAREA.
Tal vez este reencuentro postergado con lo que la ciudad y el país tenían como voces reveladoras de un espíritu argentino, produjo en el alma del artista potencial que alentaba en el bandoneonista ajeno al tango todavía, el choque decisivo de una revelación...
Visto desde el paisaje externo y de las características propias de otros idiomas musicales, el tango presentaba tierras fértiles, acaso cimarronas, para el cultivo de una semilla generosa...y en esta observación, de misión revelada, Astor Piazzolla ha embestido contra las deidades y lugares comunes, en una difícil y también grata tarea de hallar solución, esta vez universal, a una pragmática profundamente argentina.
Discutido, alentado, aplaudido incomprendido, admirado, todos los recursos que pueden contravertir una firme decisión de lucha, deberán chocar irremisiblemente con estos dos arrecifes con que se defiende la torre de los panoramas musicales propios, en la estética y convicción piazzollísticas: su idoneidad profesional, indiscutible, y su sinceridad para el hallazgo definitivo, de lo ya avisorado..!

EN DEFINITIVA
Desde las expresiones vocacionales primitivas,hasta las convicciones de las rutas modernas, hay un trayecto de emoción popular que se ha concretado muchísimas veces, en el lenguaje de las páginas del tango, a través de orquestas y de cantantes que integran un acervo precioso, en lo que tiene de nuestro y de querido...
Los caminos a seguir pueden ser muchos, pero, una sola es la meta: la identificación del espíritu colectivo, ya sea en las ciudades o en los campos, donde puede esconderse el secreto de sabernos unidos y sentirnos mejores, bajo el palio protector y manso del verdadero arte popular.

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