PAPA BOLERO
CUENTO CANTADO POR MANUEL PICON
Mamá: cuando usted escuche este cuento se le van a caer las medias. Es tal cual la vida de un servidor. Faltan poner algunas cosas, mis amoríos con la Tele, los días de calabozo, la pepea en la Cantian de Isidro, en Río Grande, el burro que me agencié en Oruro, la huelga con los indios en el Perú, las timbas y las baildas que hacíamos con el compadre Liborio, solitos con nuestras almas por aquellos campos ennochecidos de la Venezuela, entre las torres del petróleo. Ya habrá alguna hendija para contar todo eso. Por lo demás está bien, y tan verídico que parece mentira. O a lo mejor es mentira no más, porque yo, hoy en día, ya ni se bien si lo que me pasó me pasó o todo fue un cuento mal contado que yo me lo creí. Porque hay cosas que uno ve y se dice para sí "lavate los ojos hermano, que estás viendo entorpecido". Pero no, está viendo lo que ví y clarito como es, clarito lo ve. Al principio se lo niega como no queriendo ver. Se dice, sí, es fiero, pero tendrá un costadito lindo. Así era yo cuando empecé a bailar.¿Se acuerda? Andaba con usted, buscando botellas en los tachos de basura, con el carrito. ¿Se acuerda que yo para tirar de carrito tiraba bailando? Bueno, así ha sido el resto, el crecimiento propio de uno, por ahí por esos mundos: bailar para que el carrito pareciera más liviano. Pero ¡que va!. Si uno baila en serio el baile se le empieza a llenar de cosas y cuando se quiere acordar aquello más que baile es como un rezo. Me lo dijo un viejo una vez. Estaba bailando yo, para darle un poco de contentura a los muchachos de recién salíamos de la bocamina. Vino el viejo y me dijo: " voz baildas que sos un tormento, muchacho", me dijo. Y sí, porque yo ya tenía mucho mundo encima y bailaba esas cosas, los trabajos, las caras de los seres, los incendios que veía o me contaban, lo que se camina. Y como uno anda por el mundo baila el mundo, no se va a poner a bailar otra cosa. Entonces me salía un tormento. Cuando era bien chiquito era distinto, me tenían unas ensoñaciones raras. Usted se iba a dormir temprano y yo me quedaba bailoteando en el patiecito. Al entrarme el cansancio me tiraba en el suelo, boca arriba, abajo de aquella luna tan gorda y se me aparecían la ensoñación. Me veía yo mismo zangoloteando el esqueleto y unas gentes contentas que me llamaban: " venga usted, bailee este bautismo", " oiga morenito, bailee de este cumpleaños", " señor, quisiera bailarme estar casa nueva que la voy a estrenar". Y yo iba y les bailaba y me regalaban loros, zapallo y huevos, y todo era una fiesta continua y todo el mundo estaba contento porque mientras yo bailara nadie se moría ni acontecían pesares de ninguna clase. Cuando me fui de su rancho, mamá, me fui medio atrás de la ensoñación esa. En el fondo de los cerebros yo sabía muy bien que era una ensoñación, pero ahí nomás, al ladito, pensaba que las ensoñaciones no nacen porque quieren ellas, pensaba que algún poco de verdad tenían que tener para animarse a nacer. Así que me largué. Y claro, tanto andar por las realidades, que de cumpleaños no tienen nada, la ensoñación se me fue cambiando. A aquellas risas se les fueron cayendo los dientes. Se me embarulló todo y, como le digo, hoy no sé lo que es cierto y lo que no lo es.¿Aquellos compadres que se abrazaban a sus hijos para dormir en las veredas de Porto Alegre eran de verdad o estaban pintados?¿Aquellos indios mascando coca y chupando aguardiente para olvidarse de que eran puro hueso de los figuré yo o están todavía en aquellos bodegones de los pueblos mineros?. ¿para qué bailaba yo? ¿o es que no bailaba sino lloraba? ¿será que estamos todos muertos y el mundo en serio queda en otra parte? No le digo más, mamá, no sé más tampoco. Escuche la historia está, la va a comprender bien, son palabras y músicas nuestras, las que usted y yo bailabamos cuando recién nos estábamos redondeando en la sangre de algún abuelito que ni llegamos a conocer.
Ahora la dejo con su pilón, su alpargata y su luna llena. Que con las canas le vengan también mechones de felicidad. Por mi no pase apuros, cualquier día me vuelvo a largar a los caminos y me le aparezco por el rancho con un abrazo grande como quien ataja pollos en un callejón.
Papá Bolero
Cuando le contaban algo raro el Viejo Vázquez, un amigo, decía " más vale creer que ir a averiguar". Filosofías que andan por ahí. La historia, muchas veces, obliga a esa actitud. No porque uno no quiera averiguar, sino porque no puede, la palabra la tiene el historiador y los hechos ya pasaron, son, precisamente, historia. Lo que si es seguro es que la línea de la historia pasa siempre por las grandes cabezas, las de los héroes, los sabios, los descubridores, o los aventureros. Las otras cabezas quedan al margen, y sí son tocadas, lo son en forma abstracta, con cifras de estadística. Sin embargo uno cree que son estos los que hicieron posibles a aquellos, los que ponen piedra sobre piedra para levantar un puente por donde luego pasará de grande, el histórico. De ellos queremos hablar, siempre. Entendemos que ellos son los inventores del lenguaje que manejamos y queremos, ellos son los pintores del color de nuestra tierra, ellos son los que de una manera u otra cambiarán la dirección del puente algún día. Con nuestro trabajo no entrarán sus nombres en la historia, vana pretensión sería. Sin embargo, a lo mejor, los vamos a conocer a sus iguales, nos damos a conocer todos los constructores de puentes y empezamos, de una buena vez, a entendernos y a compartir este asuntos de poner piedra sobre piedra. Papá Bolero es una multitud.
Olga Manzano y Manuel Picón
PAPA BOLERO
Movieplay 17.1188/2 1977
01. AY PAPA BOLERO
02. CADA VEZ BAILA MEJOR
03. LAS CARTAS
04. NORTE ARRIBA
05. ASI BAILA MI MORENO
06. MAMA NO PUEDO
07. QUE DOLOR TAN CIERTO
08. UNA NOCHE ESCUCHE TAMBORES
Letra y música: Manuel Picón
Ricardo Steimberg: guitarra, cuatro y los textos del presentador de boite.
Jorge Chopi Bado: percusión
Juan Carlos Fernández: guitarra, guitarra de doce cuerdas y guitarra eléctrica
José María Silva: bajo
Manuel Picón: guitarra
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