VILLANCICOS DE NUESTRA TIERRA
En todo el Norte argentino, y alrededor del 20 de diciembre, comienzan los preparativos para festejar, con profundo respeto y verdadero regocijo, el feliz acontecimiento del advenimiento del Hijo de Dios.
Es costumbre muy arraigada, y que se trasmite de generación en generación, el armar los tradicionales “pesebres”, es decir la representación de un establo a semejanza del de Belén, donde San José cobijara a la Virgen María la noche del glorioso evento del nacimiento del Redentor del mundo.
Para construir esos establos endurecen lonas y arpilleras con un baño de cal o de cola, con el propósito de que tomen la consistencia suficiente que permita darles distintas formas. Luego las pintan de modo que imiten montañas, quebradas y despeñaderos. Con papel plateado hábilmente colocado figuran arroyuelos. En cualquier planicie de esas “montañas” instalan el establo, y en él el pesebre con la cunita, donde ubican al Niño Jesús. Las figuradas lomadas se pueblan de árboles, plantas y yuyos para asemejarlas a la realidad, colocando también distintos animales de utilería. Entre éstos no pueden faltan los tres camellos que transportan a los Reyes Magos, Gaspar, Melchor y Baltasar, que llegan al pesebre guiados por la estrella viajera que les señala el camino. Tampoco faltan, el burrito de las largas orejas y la eterna paciencia y mansedumbre; el guapo buey, de la mirada triste y el aguante largo; ni el arrogante gallo con su garganta, cofre de cantares mañaneros. Dice la gente lugareña que el gallo, cuando canta durante la Navidad, anuncia el nacimiento del Niño Dios: “Cocorocó, el Niño nació; cocorocó, el Niño nació”.
Una vez levantado el pesebre, que generalmente se arma en la capillita del pueblo o en la casa del vecino más aceptable, concurre a él toda la gente del vecindario a rezar sus oraciones y entonar sus alabanzas en villancicos tradicionales, que nadie sabe quién los hizo, pero que todo el mundo conoce.
El villancico es una expresión musical y poética de construcción sumamente sencilla, de gran pureza y frescura, cuya línea melódica y versos encierran una ternura tal, que muy difícilmente haya sido igualada por cántico alguno. Su tema musical es de profundo sentido litúrgico, y trasunta la acrisolada fe, sencillez y pureza de alma de quienes lo cantan con verdadera unción y respeto. Todo esto, desde luego, no está reñido con la alegría y verdadero regocijo que vive la gente durante las fiestas navideñas del Norte argentino.
Se encienden cohetes y petardos y se canta con un entusiasmo tal, que pareciera que la gente quisiera echar fuera del pecho, fecundando el aire de fe y alegría, toda la sincera emoción que embarga su espíritu por el fausto acontecimiento de la Navidad. De la simplicidad y frescura de las coplas que canta el pueblo en sus villancicos, nos hablan con gran elocuencia algunas de éstas:
“Vamos pastorcillo,
vamos a Belén,
que en Belén acaba
Jesús de nacer”.
“Ya viene la vaca
por el callejón,
trayendo la leche
para el Niñito Dios”.
Para la sencilla y buena gente del Norte argentino, el villancico tiene tanto valor emocional, encierra tal poder de recordación, tanto sabor telúrico, que su sola entonación las trasporta a las lejanas y blancas horas de la niñez. Y no podía ser de otra manera, porque desde su más tierna infancia, el hombre del Norte ha vivido mamando y respirando esos cantos y esa costumbre de festejar jubiloso la fiesta de Navidad.
Es así, y por todo eso, que los villancicos significan para el norteño, no sólo la satisfacción del deseo de entonar un cántico con el que fuera acunado desde niño, sino que, asimismo, ellos encierran todo el paisaje de su tierra: el verde de los campos; el perfume de la albahaca y el poleo; el olor del corral donde tantas veces vio encerrar a las cabritas, entre balidos y el canto de los pájaros que vuelven buscando la protección del ramaje de los árboles, antes que la noche lo cubra todo con su manto azul cuajado de estrellas de los cielos serranos; el aroma del pasto humedecido por el rocío de la noche; el perfume de la tierra mojada por la lluvia, y, en fin, todo ese puñado de recuerdos que configuran el rinconcito íntimo donde el hombre se refugia en los momentos de angustia y desazón, para ayudarse a vivir.
Polo Giménez - Atuto Mercau Soria - Payo Solá
Volumen 1
Philips - P 13919 L
01. Temas de villancico - Motivos populares - arr. Los Fronterizos - Los Fronterizos
02. Niñito de Belén - Chango Rodríguez - Chango Rodríguez
03. Camino al pesebre - Oscar Valles, Carlos Vega - Los Cantores de Quilla Huasi
04. Huachitorito - Martha de los Ríos - Julio Molina Cabral y su Conjunto Folklórico
05. Tristeza de Navidad - Arturo Dávalos - Los Fronterizos
06. Estrellita de Belén - Rodolfo M. Giménez - Los Musiqueros del Tiempo ‘i Ñaupa. - Cantan: M. Soria y F. Aldao
07. Cuento de Navidad - Buenaventura Luna, Eduardo Falú - Eduardo Falú
08. Niñito Jesús - Oscar Valles - Los Cantores de Quilla Huasi
09. Recopilación de villancicos populares - arr. Los Fronterizos - Los Fronterizos
10. La banda del Niño - Chango Rodríguez - Chango Rodríguez
11. Canción de cuna - Gustavo Leguizamón - Los Fronterizos
12. Flor navideña - Atuto Mercau Soria - Los Musiqueros del Tiempo ‘i Ñaupa - Cantan: M. Soria y F. Aldao
(aportado a El Antigal por Ernesto Roqué)
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