Daniel Toro
EL NOMBRADOR
Como si le danzara, rítmicamente, la patria en los ojos, un muchacho argentino, amorenado, tenso, se puso a cantar. El silencio, roto con su voz viril, dió la pauta, emotivamente, de su valor. El aplauso cerrado mostraba la comunicación con un público que sabía distinguir perfectamente entre el grito y el canto.
Daniel Toro, salteño, saca armonías de las palabras, cargadas de sentimiento, como el pasto suena al paso de la brisa. Naturalmente, con un don prodigioso, sorprendente para su edad, la espiritualidad de su tierra está presente en sus interpretaciones. Ha visto, ha mirado su paisaje, ha andado su Argentina, y ahora con vivencia cabal, con un signo nuevo deja oír su voz: todo está en ella, lo temporal y lo intemporal; no en vano, como un designio bíblico, ese mágico y expresivo don, le viene desde siempre, desde que fué fundado.
A los doce años compartía en Radio Güemes el programa "Carrousel de los Niños", con sus amiguitos.
Figuras señeras del folklore nacional le mostraron que el camino era estrecho y difícil para el triunfo esquivo. No se trataba de lograr un nombre fácil, sino de encarnar una vocación. Y junto a esas figuras de la tierra, desconocidos de siempre que enseñan la lección folklórica del pueblo, mansamente, como un riacho naturalmente cantarino, Daniel Toro supo y se asombró de la significación de aquéllos y también de Eduardo Falú y de "Los Chalchaleros".
Ya esa vocación tenía raíces fértiles y ramas jóvenes. Primero, cuatro voces, un conjunto y un tanteo. Después, con Lito Nievas, bucea con "Los Nombradores" a la búsqueda de la entrañable comunicación de un público ávido de autenticidad. La casualidad -una oportunidad que le ofreció el azar, guiador de famas- lo convocó un día en la Peña "El Alero", de Córdoba. Debió reemplazar un intérprete que no se presentó. De inmediato -he aquí lo extraño- sintió que su carrera de solista estaba iniciada. Los canales de televisión 10 y 12 de la provincia mediterránea lo acogieron con simpatía. Más tarde el Festival de Dean Funes le significó -se pasa por la prueba de fuego todos los días- un triunfo, pero esta vez rodeado de la admiración de un público juvenil que lo designaba su representante y símbolo. De ahí, el suceso multiplicó su eco, con la misma intensidad, en Río Tercero, Villa Allende, Oliva, Jesús María, James Craig, Villa Gral. Mitre...y ese muchacho que cantó, ese muchacho al que el público le brindó el aplauso emotivo y cariñoso estaba madurando ahora su vocación en Cosquín. Daniel Toro afrontará, dentro de poco, una responsabilidad: representar a su patria en el Festival Latinoamericano. También el prestigio cubierto con la atracción de la fama, suele tener sus elegidos. Uno de ellos es Daniel Toro.
Su voz, sus propias canciones, le abren un escenario al mundo: Estados Unidos, Europa. Daniel Toro quiere componer su obra; trabaja sin pausa en ella. No obstante su posibilidad creativa sabe que temas como la canción de Atahualpa Yupanqui, "Indiecito Dormido", le mostraron el éxito. El público de Cosquín -segundo por escasa diferencia en el "ranking"- lo ubicó como una figura de jerarquía en el folklore nacional.
"El Nombrador", como se le ha dado en llamar, prosigue su carrara discográfica, Escucharlo, seguir su itinerario artístico a través de su voz es su mejor presentación. Cuando Daniel Toro canta las tradiciones de la tierra se expresan en su encarnada vocación.
Nicolás Cócaro
"LA NACION", marzo 26 de 1967
EL NOMBRADOR
Como si le danzara, rítmicamente, la patria en los ojos, un muchacho argentino, amorenado, tenso, se puso a cantar. El silencio, roto con su voz viril, dió la pauta, emotivamente, de su valor. El aplauso cerrado mostraba la comunicación con un público que sabía distinguir perfectamente entre el grito y el canto.
Daniel Toro, salteño, saca armonías de las palabras, cargadas de sentimiento, como el pasto suena al paso de la brisa. Naturalmente, con un don prodigioso, sorprendente para su edad, la espiritualidad de su tierra está presente en sus interpretaciones. Ha visto, ha mirado su paisaje, ha andado su Argentina, y ahora con vivencia cabal, con un signo nuevo deja oír su voz: todo está en ella, lo temporal y lo intemporal; no en vano, como un designio bíblico, ese mágico y expresivo don, le viene desde siempre, desde que fué fundado.
A los doce años compartía en Radio Güemes el programa "Carrousel de los Niños", con sus amiguitos.
Figuras señeras del folklore nacional le mostraron que el camino era estrecho y difícil para el triunfo esquivo. No se trataba de lograr un nombre fácil, sino de encarnar una vocación. Y junto a esas figuras de la tierra, desconocidos de siempre que enseñan la lección folklórica del pueblo, mansamente, como un riacho naturalmente cantarino, Daniel Toro supo y se asombró de la significación de aquéllos y también de Eduardo Falú y de "Los Chalchaleros".
Ya esa vocación tenía raíces fértiles y ramas jóvenes. Primero, cuatro voces, un conjunto y un tanteo. Después, con Lito Nievas, bucea con "Los Nombradores" a la búsqueda de la entrañable comunicación de un público ávido de autenticidad. La casualidad -una oportunidad que le ofreció el azar, guiador de famas- lo convocó un día en la Peña "El Alero", de Córdoba. Debió reemplazar un intérprete que no se presentó. De inmediato -he aquí lo extraño- sintió que su carrera de solista estaba iniciada. Los canales de televisión 10 y 12 de la provincia mediterránea lo acogieron con simpatía. Más tarde el Festival de Dean Funes le significó -se pasa por la prueba de fuego todos los días- un triunfo, pero esta vez rodeado de la admiración de un público juvenil que lo designaba su representante y símbolo. De ahí, el suceso multiplicó su eco, con la misma intensidad, en Río Tercero, Villa Allende, Oliva, Jesús María, James Craig, Villa Gral. Mitre...y ese muchacho que cantó, ese muchacho al que el público le brindó el aplauso emotivo y cariñoso estaba madurando ahora su vocación en Cosquín. Daniel Toro afrontará, dentro de poco, una responsabilidad: representar a su patria en el Festival Latinoamericano. También el prestigio cubierto con la atracción de la fama, suele tener sus elegidos. Uno de ellos es Daniel Toro.
Su voz, sus propias canciones, le abren un escenario al mundo: Estados Unidos, Europa. Daniel Toro quiere componer su obra; trabaja sin pausa en ella. No obstante su posibilidad creativa sabe que temas como la canción de Atahualpa Yupanqui, "Indiecito Dormido", le mostraron el éxito. El público de Cosquín -segundo por escasa diferencia en el "ranking"- lo ubicó como una figura de jerarquía en el folklore nacional.
"El Nombrador", como se le ha dado en llamar, prosigue su carrara discográfica, Escucharlo, seguir su itinerario artístico a través de su voz es su mejor presentación. Cuando Daniel Toro canta las tradiciones de la tierra se expresan en su encarnada vocación.
Nicolás Cócaro
"LA NACION", marzo 26 de 1967
Daniel Toro
EL NOMBRADOR
MUSIC HALL 685
1967
01. INDIECITO DORMIDO - Canción - Atahualpa Yupanqui
02. EL SECLANTEÑO - Vidala bagualera - Ariel Petroccelli
03. MI BURRITO CORDOBES- Bailecito - Gerardo López
04. CANCION PARA TU PIEL - Canción - Daniel Toro, Néstor César Miguenz
05. LUNA DE AZUCAR - Canción galopa - Ramón Ayala, Daniel Toro
06. QUE BONITA VA - Cueca chilena - Flores, del Campo
07. MI CANCION INOLVIDABLE - Canción - Daniel Toro-Jorge Solana
08. RECUERDO DEL PORTEZUELO- Vidala - Atahualpa Yupanqui
09. CORAZON - Zamba - Lima Quintana
10. CUENTO DE MARZO - Retumbo - Ariel Petroccelli
11. NOSTALGIA MIA - Zamba - Daniel Toro
12. DOS CORAZONES - Tonada chilena - Pancho Flores
http://www.mediafire.com/?cuo0r6rbefo9g
No hay comentarios:
Publicar un comentario